Aferrándome a la ficción

No es normal verte en todas partes,
recordarte a todas horas,
que hagas sucumbir tan fácil mi cabeza en segundos
como bomba en Gaza;
ojalá fueran augurios y no coincidencias,
ojalá no fuera sólo libre indiferencia.

Escribiendo de noche,
derrochando tinta por tu sexo,
por tu nombre; escurriendo en versos,
buscándote en palabras para atraerte,
para bañarte a besos gimiendo entre mordidas.

Una seña de retozo, un ven siéntate aquí que estás muy lejos,
un no te vayas de aquí, hace frío y estoy tan sola;
una señal de humo, una burla, un guiño; pero no,
sólo hay un ciego, solo un ciego.

Te soñé, desperté frente al quilombo y cayó la dicha,
¿Qué coños pasa?                         ¿Estoy loco?
Tu onírica visita me obligó a perseguirte en sueños,
evitando la realidad a sabiendas de estar dormido y mientras dormía junto a mí mi novia.
Ya espabilado en la antítesis de la ficción, no soporté sus brazos,
su esfuerzo por abrazarme, me separé y me eché a dormir a ver si ahora sí te alcanzaba.

No era utopía, no era coger por coger, ni soñar por soñarte;
era un andén del metro, Tacubaya Chabacano,
una estación extraña, estación abstracta,
dirección hacia algún concierto; tú y yo y los demás no importaban,
Ouistiti y Hunaac-el, nadando, suspendidos en el aire, nadie en las miradas,
volando en el lugar de la nada donde suelo verte,
uno de esos ensueños en dónde siempre te sueño,
aquí mismo dónde siempre te escribo.


 Quiméricos mis huevos; aferrándome a la ficción.


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