Yo y mi única amiga

¿Qué sentido tiene la vida? Le pregunté, ninguno pequeño, ninguno, contestó. Mis oídos esperaban más respuestas pero el silencio pesaba tanto que las respuestas perdían sentido; mis ojos la seguían temblorosos por cada parte del cuarto; intenté preguntar más, pero mis labios no profirieron sonido alguno, mis pensamientos ofuscados se iban muriendo; ella acarició mi cara tiernamente, pudo observar mis venas llorosas hasta el paroxismo con su mirada fría e inerte, ¿Por qué estoy aquí, si siempre estoy sufriendo en ideas tan arcaicas y gastadas de ser pensadas? ¿Acaso puedo ser algo? ¿Acaso todos los discursos pueden trascender? Le pregunte retándola con rabia, no contesto e insistí una vez más y otra vez; tus dudas no nos llevarán a nada, al igual que a nadie ¿para qué? dime ¿De qué le sirvió a tus más grandes pensadores cuestionarse? Vive, es lo único que se te ha dado, y sino, ahí está la puerta abierta que se te acerca poco a poco, ¡Vive! aunque sea vivir por vivir, siente el dolor y el gozo virtual que se a dado, no lo desperdicies en banalidades. El tiempo después de tantos golpes al ego transcurrió frenéticamente en mi cabeza, mis ganas de hacer explotar la vida así por que sí aumentaban descomunalmente, pero después de todo me gustaba estar allí, muriendo, acostado viéndola ir y venir, ella tenía razón; Nietzsche sabía bien que el fuego nuevo no existía, ella tenía razón, ¿De qué le sirvió? Bajo tierra todos somos muertos.

Paseaba por el cuarto en un vaivén infinito, su movimiento hacía oscilar la flama de la vela, haciendo mover la luz sobre cada rincón de ese cuarto color sepia; al volver a la silla vio escondidos mis más grandes sueños entre los irremediables fracasos, me acarició con sus tiernos ojos y me dijo, ese rencor que cargas, tampoco de llevará muy lejos, no lo guardes, ¡Tíralo! sino lastimarás a otro seres que culpa no tienen de tus fracasos, te crees muy importante hombre desdeñable, ese es tu único y grande error ¿no te das cuenta que eres para lo absoluto insignificante? con tu muerte o vida, tristeza o gloria no cambias nada. El espacio tiempo iba cambiando y ella tenía razón, ¿y el amor? costumbre tormento o gloria, cada quien sabe cómo dejar pasar su vida, hijo, tú lo has pensado demasiado y ya muy tarde tal vez; y ella tenía razón, eso hubiera sido bueno hace 50 o 60 años, ya no tenía caso, intenté transmitir lo recién razonado, pero nadie escucho, vivir por vivir, triste. El sabor a saliva viajaba a otro lugar cuya existencia desconocía; mi olor, que iba a ser de mi olor sin mí, las sábanas se alejaban de mis dedos; oía, nada; veía, nada; vivía, nada.


Comentarios

Entradas populares de este blog

No quiero dormir

Compañera de vida (Lado B)

Endrogado de mí