Su libreta en el aire

Se sentó a escribir como antes, buscó el lugar adecuado en esa gran serpiente que se elevaba entre el viento  de CU, "La serpiente". Sacó una pluma y un cuaderno, recordó cuando no tenía que escribir sobre algo calcado, “tercera persona, en pasado y aquí exacto donde estas parado” se repetía constantemente. Intentó borrajear, y cortó hoja, una, dos, hasta tres veces trató sin tener resultado claro; tal vez necesitaba un respiro, un porro, un enervante que le ofuscara la razón, la inspiración que recordaba mezclada en tinta, aroma de relatos, acompañada de sorna y llantos. Pero no podía presentar algo así en un el cuarto de letrados.

No sabía si escribir de ella, escribir de él, su profesor, o ensimismarse en una apática narración sin sentido alguno, como el mismo se había creído. Optó por ella, para tratar de conquistarla con las letras, dejó azotar sobre el encargo ditirambos exacerbados que la convertían en diosa, que hacía que a su piel le aumentara la euforia; se sintió absurdo, ridículo, se dio cuenta que sus palabras se agrandaban y la iban haciendo lejana, una gran quimera cercana, una seducción fracasada; así que cortó hoja y cambió de cuento.

Se notaba desconcertado, ahora de qué hablaría, hablaría de él y del maestro, de nuestra forma cuadrada de ver la vida, política sin arte, prff… tu arte sin tu gente, sin el aderezo de tu ideal. Y empezó tendido, dejando fluir sus letras sobre el papel, escupiendo lo que la pluma le dotaba; paró y leyó. Los axiomas en el arte son mierda, pensó, no había forma de concretar su idea, de refutar al mentor, de decirle con cordura que tenemos el poder de intentar salir de la fantasía y que pueda ser mejor, pero no, la subjetividad de nuevo le jugaba la broma, la misma que con ironía le decía que esto simplemente era la vida. Sin pensarlo, arrojó su libreta de letras desechas y entendió.

No, no hablaría de su yo en definitiva, de decir soy un alcohólico junkie nihilista
postmoderno, de hablar de eso que todos hablan, de temas seriados por la popularidad literaria, de temas cansados, iguales a él, fastidiados.

Se paró y regresó al impasse donde estaba, absorto, caminaba entre las ramas, alzó la libreta y fue directo al aula de culto. Esperó su turno con paciencia y no profirió sonido alguno.


Comentarios

  1. Me late el provocar a la tinta cuestionándola. Es una condición, un momento, que enfrentamos ante la hoja en blanco; como ante la vida. Cuando leí "alcohólico junkie nihilista postmoderno" me sentí más o menos identificado (risas). Es interesante percibir las propias dimensiones ya no por el propio ejercicio reflexivo, para variar, y hallar en la más minúscula de las disyuntivas diarias un mapa de nuestra condición.

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